Al haber tenido un mayor proceso de maduración, estos quesos han perdido una mayor cantidad de agua. Eso significa que tiene una textura más firme, dura y seca. Con el transcurso del tiempo, la intensidad de su sabor suele ir incrementándose. Asimismo, suelen volverse ligeramente más grasos. El tipo de leche utilizado juega un importante papel en el sabor y aroma del queso.